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ROMA, 8 feb 2000 (ZENIT).-
Poco a poco, el pueblo de color, descendiente de los
esclavos africanos llevados al nuevo continente, realizó una
fusión entre
los elementos de su religión ancestral (que debían
practicar de manera
oculta) con la de sus amos católicos, en el área
de influencia de las
Coronas española y portuguesa. Se acaba así en un
sincretismo que se
diferencia de las versiones negras del cristianismo en el norte
de América
donde a los esclavos abrazaron el protestantismo. En la zona de Caribe
y
Brasil, la religión de los siervos conservó muchos
más elementos de sus
creencias africanas animistas, ocultas por las versiones populares
de la
religión de sus amos o integradas con ellas. Las más
extendidas de estas
creencias son el Vudú, en Haití, el Camdomblé,
en Brasil, y la Santería en
Cuba.
La mayoría de los esclavos llevados a las colonias portuguesas,
españolas y
francesas del Caribe procedían de una región del África
occidental que los
negreros llamaban la Mina o Costa de los Esclavos (un territorio
que en la
actualidad abarca Togo, Benin, Ghana y parte de Nigeria). La mayoría
procedían de la etnia yoruba, con unos ritos en los que
se sacrificaban
animales y se comían algunas partes de la víctima.
Por tanto, fue fácil
para estos africanos asumir el rito sacrificial de la misa. Los
dioses y
diosas de sus creencias fueron enseguida identificados con algunos
santos
católicos que tenían algunas características
semejantes. El Camdomblé, un
culto que nació ilegal, es ahora una religión reconocida
cuyo principal
contenido, aunque tenga elementos católicos deformados,
son danzas de posesión
espiritual que conducen a estados de trance.
Vudú es una deformación de la palabra «vaudoux»,
aplicada a un dios
serpiente con poderes de oráculo, venerado en un frenético
baile tribal por
esclavos del actual Benin. La palabra «vodou» es análoga
a «espíritu» en la
lengua africana de la que procede. La mayoría de los términos
que usa el
Vudú son criollos, de la lengua haitiana que combina francés,
español y
africano, y tiene algunas conexiones con el «patois» de
los criollos de
Nueva Orleáns (EE.UU.).
En estas creencias del nuevo mundo, de procedencia africana (existen
otros
sincretismos de origen indoamericano), los espíritus no
son concebidos como
entidades individuales sino combinaciones de personalidades con
varias
identidades relacionadas. Se honra, por ejemplo a un espíritu
llamado
«
orisha» en la Santería y «orixá» en
el Camdomblé, una forma del dios
serpiente, en el día de San Patricio, de quien la tradición
dice que
expulsó a las serpientes de Irlanda. «Ogou»,
el dios yoruba de la caza, en
Haití es «Ogoun» u «Ogun», el espíritu
del hierro y la guerra, identificado con
Santiago el Mayor. «Xango», el dio yoruba del fuego
y el trueno, se ha
travestido mágicamente en Santa Bárbara.
Existen unos 400 espíritus menores pero un único
espíritu mayor, que no se
implica en la creación. Esta deidad, «Olorun» u «Olodumare»,
el Soberano
del Universo es, para los antillanos el «Gran Met» contracción
de «gran
maestro» en francés. La mayoría de los ritos
del Vudú empiezan con
oraciones católicas como padrenuestro, avemaría y
algunas variaciones del
credo niceno, recitados en francés por el «presavann»,
el «sacerdote del
bosque» en criollo. Luego, la lengua cambia al criollo y
empiezan las
danzas extáticas y los tambores a ritmo cada vez más
trepidante.
Pero el Vudú no tiene nada que ver con la religión
de los «zombies», los
muertos vivientes, o los hechizos con muñecos, divulgados
por las
simplificaciones de Hollywood. Lo que sí es cierto es que
los esclavos, que
se reunían de noche para practicar su creencia y sacrificar
animales, en
una de ellas, en 1791, se conjuraron para luchar contra sus cadenas.
Dos
años después, en la isla de la Española (que
comparten la República
Dominicana y Haití) la esclavitud se abolió en Santo
Domingo, colonia
española, y, en 1804, se proclamó la República
de Haití, colonia francesa,
reconociendo la igualdad para todos sin distinción de color
o credo, 60
años antes de la proclamación de emancipación
de Estados Unidos. Se ve aquí
la importante componente liberadora e igualadora que tuvo la religión.
No
hay que olvidar que los esclavos de Haití se independizaron
de la Francia
revolucionaria, que proclamaba estos principios.