Los Discípulos de Cristo son un grupo religioso de origen completamente norteamericano, el cual tomó forma a principios del siglo XIX. Su principal objetivo era el de unir a todos los cristianos, llamándolos a volver a las enseñanzas sencillas y puras del Nuevo Testamento. En sus filas cuentan en el presente con 1.800.000 miembros y más de 8.000 congregaciones autónomas. También se les conoce con los nombres de Iglesia Cristiana e Iglesia de Cristo. Los Discípulos de Cristo se distinguen por no permitir el uso de instrumentos músicos en la adoración ni ninguna organización eclesiástica más allá de la congregación local.
Dos hombres presbiterianos, Hartón W. Stone y Alejandro Campbell, son los fundadores de "Los Discípulos", como finalmente llegaron a llamarse. Estos dos hombres y otros que se unieron a ellos, personas bien educadas y con conocimiento del griego, del latín y del hebreo, tuvieron la visión de agrupar a muchos cristianos que en los primeros años del siglo XIX emigraron hacia el oeste de los Estados Unidos y a otros muchos que andaban extraviados fuera de las iglesias. Así ofrecieron la oportunidad de un solo rebaño cristiano, de una iglesia evangélica unida y militante. Ellos propusieron que el único credo es Cristo, y que el Nuevo Testamento provee un plan de salvación que cualquier persona adulta de inteligencia normal podía entender y adoptar. El Nuevo Testamento es la guía de la fe y la práctica cristianas. A quienes se les unieron, les pidieron ser estrictamente fieles a las cosas esenciales de la fe y completamente libres en las opiniones respecto de las cosas no esenciales.
Los discípulos se oponen vehementemente a dogmas eclesiásticos. Su doctrina central es creer en Jesucristo y nada más. Rechazan todo lo que tienda a dividir el cristianismo. Ninguna autoridad les puede imponer una posición doctrinal.
Para ser miembro de alguna de sus iglesias, requieren del individuo sólo una confesión de fe, y es esta: "Yo creo que Jesús es el Cristo y lo acepto como mi Señor y mi Salvador personal"; esta confesión es seguida por el bautismo por inmersión.
El bautismo está inseparablemente ligado a la salvación. Los pasos en la salvación son: oír, creer, arrepentimiento, obediencia (que es el bautismo), y la remisión o el perdón de los pecados. Uno de sus dirigentes afirmó: "Los discípulos han hecho énfasis en la enseñanza de que en el Nuevo Testamento no se da promesa de remisión de pecados o de aceptación por parte de Dios, sino hasta después del bautismo." El señor Campbell dijo: "No es nuestra fe en la promesa divina de redención lo que nos da la remisión de los pecados, sino nuestro descenso al agua."
Los discípulos creen firmemente en la unidad cristiana, celebran la ordenanza de la cena del Señor (muchas de sus iglesias celebran la cena del Señor cada domingo), y dejan la participación a ésta en la decisión y conciencia del individuo, quienquiera que sea.
El servicio religioso del domingo por la mañana es muy similar en las iglesias de los discípulos, con pequeñas variaciones de una iglesia a otra. El orden del culto que más o menos se sigue es el siguiente: procesión o sin ella, con música de órgano o sin órgano, el culto se inicia con himnos congregacionales; luego lectura bíblica antifonal, recitación del Padre Nuestro, lectura de la Biblia, la oración pastoral, uno o dos cantos especiales, el sermón, la invitación, la recolección de los diezmos y las ofrendas el servicio de comunión, la bendición y el himno final. A veces, la comunión o cena del Señor precede al sermón. En algunos casos, éste pudiera omitirse, pero casi nunca la comunión.
Los discípulos no tienen catecismo ni un manual de ritos para la adoración. No les interesa la doctrina de la sucesión apostólica; por tanto, no tienen obispos ni ninguna jerarquía con autoridad eclesiástica. Su sistema de gobierno eclesiástico es democrático. Por constituir la unidad cristiana quizá su doctrina principal, los discípulos apoyan todo movimiento religioso ecuménico y son participantes activos. Creen en la Biblia como la Palabra inspirada de Dios, y en la doctrina de la Santísima Trinidad, empleando la fórmula trinitaria en la observancia del bautismo.
Uno de sus prominentes expositores, Walter Scott, resume la doctrina de los discípulos respecto de la salvación, en el siguiente plan de cinco puntos: fe, arrepentimiento, bautismo, vida nueva y el don del Espíritu Santo. Si se cumplen estas cinco condiciones o pasos, la salvación es un hecho, sin necesidad de esperar alguna experiencia interior emocional y mística, como una manifestación de la gracia salvadora.