El misterio de Mitra y el misterio cristiano

"Los Misterios Paganos y el misterio cristiano"
Alfred Loisy, Pag. 118-147

Pudo decirse que los misterios de Mitra llegaron a tener tanto peso como el cristianismo 2. Al menos parece que constituyeron el culto de misterios que más terreno ganaba en el mundo occidental durante el siglo III, mientras la propaganda cristiana llegaba a su culminación. No tenían con qué vencer al cristianismo, pero no dejaban de ser para él un rival peligroso, y los padres de la Iglesia así lo sintieron. Ellos mismos parecen haber encontrado en ciertos rasgos de estos misterios una afinidad con los ritos cristianos, que percibían menos clara en los otros. Por desdicha la historia, la economía interior y los ritos del culto mitríaco nos son conocidos muy imperfectamente.

Orígenes

El culto de Mitra se remonta a los orígenes del pueblo indoiranio 3. En el antiguo panteón védico, como en la religión medo-persa y en la del Avesta, Mitra tiene su lugar; en aquél junto a Varuna, en éstos al lado de Ahura Mazda, como dios de la luz y de la verdad. Su personalidad se borró en la tradición de la India, se acentuó en la de Irán y en los misterios se vuelve preponderante. En Persia, en la religión preavéstica Mitra ocupa la posición de mediador entre el mundo superior y luminoso, donde impera Ahura Mazda (Ormazd), y el mundo inferior,

donde se ejerce la actividad funesta de Angro Mainyon (Ahrimán) 4. En tiempos de los aqueménidas, Mitra y la diosa Anahita son las divinidades principales junto a Abura Mazda 5. Los reyes honran especialmente a Mitra, dispensador de la gloria real, lo toman como testimonio de sus juramentos y lo invocan en los combates. En el mismo tiempo la religión persa, transformada en mesopotámica, se impregna de astrología, bajo influencia de la sabiduría caldea 6. Bajo esta nueva forma se mantiene en ciertos reinos de Asia Menor, después de la caída del Imperio Persa, y sufre entonces la influencia helénica 7.

Como la antigua religión védica, la antigua religión medo-persa no tenía imágenes y fue una novedad que Artajerjes Oco erigiera estatuas de Anahita, siguiendo el ejemplo de Babilonia 8. En Asia Menor todo el panteón se heleniza en el arte religioso, y principalmente Mitra, cuya figura pasa decididamente a primer plano. Mientras se identifica a Ormazd con Zeus, Ahrimán con Hades, y las otras figuras del panteón persa con equivalentes griegos, Mitra conserva su nombre, porque su carácter y su función no tienen correspondencia entre las divinidades helénicas. Entonces se crea el gran símbolo de esta religión trasplantada, el Mitra tauróctono 9, donde el dios aparece en su mito principal y sin duda también en el acto esencial de su culto. Zeus-Ormazd es el dios supremo, pero Mitra es prácticamente el objeto de la religión, porque él es héroe divino de ésta, tal como en el cristianismo el dios único se borra en el culto detrás de Cristo, realizador de la salvación. También el fondo de las creencias y de los ritos sigue siendo oriental, e incluso persa, bajo las formas y el lenguaje helénicos 10. Ésta debe ser una de las causas por las que la religión de Mitra casi no penetró en ningún país griego y cedió lugar al cristianismo, que no había retenido de su origen ni la marca nacional ni los elementos de un culto exótico.

En las otras zonas el culto de Mitra, tal como se expandió en el Imperio Romano, no tenía nada de religión nacional. A diferencia de los cultos que hemos estudiado hasta ahora, el de Mitra era totalmente un culto de misterio, es decir que sólo lo celebraban los iniciados para sí. Diónisos tenía su culto público y sus cofradías de misterios; las diosas de Eleusis tenían sus ceremonias públicas de interés local, y sus ritos de iniciación cuya solemnidad no se encerraba toda en el templo, aunque el rito principal fuera secreto. Los cultos de la Madre y de Atis se presentaban en condiciones análogas, con fiestas públicas que se consideraban más o menos importantes para el interés común, y ritos secretos que concernían sólo a los iniciados. Lo mismo ocurre en el culto de Isis. El de Mitra es totalmente cerrado; es un culto de cofradía. Por esto recuerda al cristianismo de los primeros siglos, con sus agrupamientos exclusivos y su culto enteramente secreto. Pero la organización de las cofradías mitríacas es mucho más estrecha que la de las comunidades cristianas.

Descripción del culto

Las cofradías de Mitra admiten solamente hombres y no tienen iniciación para las mujeres 11. Laguna considerable y singular en una religión muy alta y sabiamente elaborada, por lo demás, como economía de salvación; pero esta laguna no ha sido intencional de ningún modo, y probablemente resulta de las condiciones mismas en las que se constituyeron los misterios de Mitra. Si un misterio hubiera podido surgir del monoteísmo judío, este misterio habría ignorado igualmente a las mujeres sin preocuparse por iniciarlas, porque éstas no contaban anteriormente en la religión y no participaban activamente en las funciones del culto. En Persia sucedía justamente esto. Se mantiene a las mujeres fuera de los misterios porque jamás habían tenido parte activa en las ceremonias de la religión, que estaban en manos de los sacerdotes, soberanos, jefes de familia. Esta especie de indiferencia con respecto a las mujeres no tropezaba con dificultades donde se hallaba en correspondencia con las costumbres nacionales; pero no ocurría lo mismo en los países en los que la condición de la mujer era diferente. La religión de Mitra parece haberse completado en este aspecto por una especie de asociación con el culto de la Gran Madre. Durante mucho tiempo los dos cultos habían convivido en Asia Menor, no obstante sin amalgamarse. Estas buenas relaciones continuaron cuando el culto de Mitra se propagó en Occidente 12. A menudo el mithreum se completa en cierto modo con un metroon, ubicado junto a él 13: la religión de los hombres se satisface en uno y la de las mujeres en el otro. Pero esta combinación, si bien ofrecía ventajas prácticas para la propaganda, no dejaba de tener sus inconvenientes. La influencia moral de Mitra no podía sino exaltar el culto de la Madre; pero el beneficio no era recíproco y Cibeles, en el plano de las ideas y de la moral religiosas, no añadía nada a Mitra. Además, el desarrollo del culto mitríaco como religión se encontraba de este modo paralizado.

Por otra parte, si el culto de Mitra se organizó en círculos cerrados en los que sólo se admitía a hombres, no debió de ser porque los magos de Asia Menor, que formaban una casta o una tribu en la que el sacerdocio era hereditario, hubieran aceptado poco a poco iniciar a los extraños en dogmas ocultos mediante ceremonias secretas, repartiendo a los neófitos en diversas categorías 14. No hay motivo para suponer que los misterios de Mitra tuvieran lo que no existió realmente en los otros: una doctrina esotérica que se comunicara al iniciado bajo secreto. Con respecto a Mitra, como con respecto a los otros dioses de misterios, lo secreto no es la fe sino los ritos. Agreguemos que la economía de los misterios mitríacos no nos lleva a mirarlos como derivados, en alguna forma, del sacerdocio mágico. Según esta hipótesis le deberían estar subordinados, y ocurre lo contrario. Los sacerdotes están al servicio de cofradías mitríacas, para las necesidades del culto, pero no las dirigen; y el más alto grado de la iniciación mitríaca no se confunde con la calidad de mago, sino que se mantiene independiente. El Avesta nos muestra de qué era capaz el sacerdocio mágico: organizar un culto oficial en el que la parte del laico estaría infinitamente reducida. Jamás este sacerdocio hubiese pensado en instituir cofradías que no estuviesen bajo su supervisión.

Parece preferible, pues, admitir que el origen de las cofradías mitríacas, en lo que les es esencial, se remonta hasta la antigua religión persa, y que su desarrollo fue sofocado en Persia por la influencia creciente del sacerdocio mágico y los progresos del zoroastrismo, mientras que se mantenían fuera de ese país, donde habían arraigado sólidamente y pudieron crecer sin trabas. Los grados de la iniciación mitríaca no se presentan en absoluto como los diferentes grados de un sacerdocio jerarquizado; conservaron las denominaciones, las costumbres, los ritos que convienen a sociedades de misterios tal como se las encuentra en países no-civilizados o semicivilizados 15. Su economía debió de ser extraña en sus elementos principales, un producto importado de Media y de Persia. El secreto de las iniciaciones remonta a su origen, es inherente a su naturaleza. Como elementos de la antigua religión persa, las cofradías de Mitra deben de haberse implantado con ella en Asia Menor; en tanto subsistieron pequeños estados independientes que practicaban esta religión, las cofradías de Mitra estaban relacionadas con una religión nacional cuyos sacerdotes eran los magos. Al desaparecer estos pequeños Estados uno tras otro, el sacerdocio mágico queda sin apoyo oficial, su religión se va borrando como culto público y pronto sólo queda representada en medio de los cultos locales, por las antiguas cofradías. Los misterios de Mitra se habrán constituido entonces por la fuerza de las circunstancias, y no por la voluntad de los magos; son ellos los que habrán de perpetuar, hasta los tiempos del cristianismo, la antigua religión popular de Irán, depurada en sus creencias por los magos, teñida de astrología en Babilonia, vestida a la griega en Asia Menor y de aquí expandida en Occidente.

La ubicación misma de los lugares de culto da prueba de un origen muy antiguo y cercano a la barbarie primitiva. Los santuarios de Mitra son, por definición, cavernas 16. Mantienen ese nombre, quieren conservar el carácter, la forma, las proporciones de tales. Estos santuarios son grutas naturales, cavidades a las que se adapta una construcción, cuevas, también edificios que nunca son grandes y cuya habitación principal es siempre una cripta, una cámara abovedada, que representa, según se dice, el firmamento, pero que es, y sigue siendo y llamándose el antro, la gruta, es decir que el templo quiere ser todavía el antro de rocas que fue el primer santuario de Mitra. También este rasgo se remonta a las más viejas épocas de la religión irania 17. Los primeros adoradores de Mitra llevaron a cabo sus ritos salvajes en estos lugares apartados. Los primeros Cuervos graznaron, los primeros Leones rugieron en verdaderas cavernas, ejecutando sus danzas mágicas y sus mascaradas rituales a la manera de los salvajes de Australia o de los indios de América.

Esta elección del lugar sagrado resulta de las condiciones de existencia de los hombres que practicaron originariamente el culto. No debe de ser exacto que se honre a Mitra en una gruta porque haya "nacido de la piedra" 18. El mito no obligaba en forma absoluta a honrar a Mitra en un antro cubierto, pues no se lo representa saliendo de una caverna sino emergiendo de un peñasco. Es muy probable que el antro, como lugar de culto, haya sido anterior al mito que cuenta el nacimiento de Mitra, cualquiera sea, por lo demás, el sentido de este mito: ya se haya dicho que Mitra nació de la piedra porque sus fieles lo evocaban en la caverna, o bien porque la luz aparece primero en la cumbre de los montes cuando surge el día 19, o aun porque esa luz emana de la bóveda celeste, a la que se habría pensado como una inmensa cúpula de piedra, o bien porque el fuego brotaba golpeando la piedra. El símbolo de la bóveda que representa el firmamento, aunque sería anterior a la coloración astrológica del culto mitríaco, no puede ser primitivo y nadie creerá, sin duda, que haya determinado la elección de las grutas naturales para las reuniones del culto. Pero es necesario que la asociación de la gruta con Mitra haya estado muy firme en el espíritu de sus fieles para que no se haya podido desalojar al dios de su caverna, y no haya habido otro recurso, cuando se quiso poner la morada a la altura de su huésped, engrandecido por los siglos, que identificar místicamente la gruta con la cúpula del cielo.

La gruta misma jamás fue un gran templo, porque siempre fue un centro de cofradía y no podía ser otra cosa. La clientela de un mithreum no podía pasar de cien personas, según se nos asegura. Se la multiplicaba, en caso de necesidad, en el mismo lugar 20. La exigüidad de esas construcciones no debe de provenir únicamente de la dificultad de edificar con solidez grandes bóvedas 21, ni tampoco del escaso número de neófitos 22 que, en algunos lugares, parece haber sido bastante considerable. Quizás el marco en que se ubicaban los diversos grupos de iniciados que constituían una comunidad mitríaca estuviese reglado más o menos estrechamente por la tradición, de modo que cada clase y el conjunto de la comunidad eran limitados en su número y éste se relacionaba directamente con las funciones religiosas que debían cumplirse en cada "caverna".

No es preciso aclarar que el santuario se arreglaba como convenía a las reuniones de una cofradía 23. Habitualmente estaba integrado por un vestíbulo y una pequeña sacristía, luego la cripta, la habitación principal, a la que se descendía por una escalera. La cripta, en su longitud, "se dividía en tres partes, un corredor central de un largo medio de 2,50 m, que era el coro reservado a los oficiantes, y dos bancos de manipostería que se extendían a lo largo de los muros laterales, y cuya superficie superior, de 1,50 m aproximadamente, era inclinada: allí se arrodillaban o acostaban los asistentes para seguir los oficios y participar en los banquetes sagrados. En el fondo del templo se disponía, ordinariamente, un ábside elevado sobre el nivel del suelo (absidata, exedra), en el que se erigía regularmente el grupo de Mitra tauróctono, a veces acompañado por otras imágenes divinas. Delante de él se ubicaban los altares en los que ardía el fuego sagrado" 24.

Así el mithreum era una pequeña capilla; y la distribución singular de la nave muestra que esta capilla era un comedor: de aquí puede inferirse que el rito principal que allí se cumplía era una comida sagrada en la que participaban los iniciados. La imagen de Mitra tauróctono, en el fondo de la sala, nos revela el mito esencial de esta religión, probablemente también el más solemne de los sacrificios, y la relación que de un modo u otro deben tener este mito y este rito con la cena de los-iniciados. Esto no es una conjetura. En ese mithreum 25, la mesa de piedra, en la que está representado Mitra matando al toro, está montada sobre un eje y esculpida por ambos lados. Sobre la cara posterior, detrás del toro extendido, se ve a Mitra y al Sol de pie; Mitra sostiene un cuerno para beber y el Sol le tiende un racimo. Además, en uno u otro de los cuadros secundarios que rodean a menudo la escena principal, se ve a Mitra y al Sol extendidos frente a una mesa; el primero sostiene un cuerno para beber, el otro una copa 28. Por lo demás, en un bajorrelieve, recientemente descubierto 27, hay un cuadro en que Mitra y el Sol están reemplazados por dos mystai, preparados para la cena mitríaca, y este motivo está también en el reverso de la gran escena de Mitra tauróctono. Estas relaciones y equivalencias parecen probar, en primer lugar, que la imagen principal está en relación directa con la liturgia que se celebraba en el templo, cosa que por cierto se podía sospechar, y que la imagen conveniente a los diversos ritos y a los diversos momentos de una ceremonia se podía llevar incluso a ciertos lugares; en fin, que la comida de los mystai es paralela del sacrificio, que los dos están coordinados y que cabe tratar de explicarlos uno por el otro.

No es sólo entonces el pequeño santuario lo que representa el mundo, y su techo el cielo, sino que la decoración del templo en su cuadro principal tiene un alto valor simbólico, como así también el resto. Este simbolismo parece haber llegado muy lejos, y es muy difícil interpretarlo en detalle por la falta de textos antiguos para comentarlo. No es menos importante observar que el simbolismo de la escena principal, en su significación esencial, no es exactamente teológico y no concierne a un teorema de creencia abstracta; se refiere directamente a la fe, y tiene su aplicación en la liturgia. Sin querer determinar desde ahora la significación precisa de esto, no es excesivamente temerario pensar que el bajorrelieve de Mitra tauróctono presenta el sacrificio del toro como principio de la vida bienaventurada prometida al iniciado, así como de la virtud que hay en el banquete sagrado para la obtención de esa inmortalidad. En algunos bajorrelieves otras escenas mitológicas enmarcan la escena principal, y es justificado creer que ésas tienen el mismo carácter, que se relacionan también con los ritos que se cumplían en el santuario, como la cena de los mystai. Veremos luego que muchas de estas escenas deben estar en relación con los ritos de la iniciación. El conjunto de estas representaciones simbólicas era el comentario mítico del ritual que se practicaba en el templo 28.

Los rituales

El ritual de los santuarios mitríacos comprendía, por un lado, un servicio regular de culto, con sus observancias cotidianas, sus ceremonias periódicas y anuales, y, en segundo lugar, las ceremonias propias de las iniciaciones, coordinadas con este servicio religioso. Un sacerdote, o a veces varios, atendían cada santuario 29. El sacerdote era un iniciado del grado superior, un Padre, pero no todos los Padres eran sacerdotes, y los ritos propios de las iniciaciones estaban a cargo de los Padres con la cooperación de los sacerdotes, y no a cargo del sacerdote solamente. La función propia del sacerdote era, probablemente, como la de los magos en Persia, velar por el mantenimiento del fuego perpetuo, hacer las tres oraciones cotidianas al Sol, cumplir los sacrificios prescriptos para ciertos días, o presidir su celebración recitando letanías tradicionales, y hacer libaciones con el haz sagrado que ocupa un lugar tan importante en la liturgia del Avesta 30. El culto de Mitra conocía la semana con consagración de los siete días a las siete divinidades planetarias y santificación especial del primer día, el día del Sol 31. Había también fiestas de estación, en especial la Navidad del Sol, en el solsticio de invierno, el 25 de diciembre, y sin duda una fiesta importante hacia el equinoccio de la primavera, pues en esta época del año parece que tenían lugar comúnmente las iniciaciones 32.

Se ha supuesto que los siete grados de las iniciaciones mitríacas se determinaron según los siete planetas y correspondían a "las siete esferas planetarias que el alma tenía que atravesar para llegar a la morada de los bienaventurados" aa. Es sin duda así como debía entendérselo en los misterios; pero ésta quizás no sea una razón suficiente para no admitir más que dos grados en un comienzo, el de los Cuervos y el de los Leones 3Í, es decir, novicios e iniciados, que se habrían completado luego artificialmente en Asia Menor cuando los misterios se instituyeron allí. La institución, como se ha dicho antes, debe remontar a los orígenes de la religión persa, y si la determinación de los siete grados no es anterior a la influencia astrológica de Babilonia, no se sigue de esto que las antiguas cofradías mitríacas se hayan constituido con dos clases solamente. Las agrupaciones análogas entre los no civilizados se componían a menudo con mayor número. Nada hay que inferir de que dos clases lleven nombres de animales y las otras no. Pudieron haberse reemplazado algunos nombres de animales por otras denominaciones: Porfirio 35 conoce, en el culto de Mitra, Águilas y Halcones que no se encuentran en Occidente. Por otra parte, la mezcla de denominaciones animales con otras se encuentra también entre los salvajes. Y cuando se examinan, uno tras otro, los siete grados de iniciación, hay que reconocer que la atribución y el sentido de la mayor parte no muestran ninguna relación con un planeta cualquiera. Quizás lo más prudente sea admitir que los agrupamientos mitríacos han comprendido, desde épocas muy antiguas, un número muy grande de clases o de cofradías coordinadas, y que la deterurinación fija en siete grados podría deberse, por su parte, a la influencia de la teología astrológica.

San Jerónimo se complacía, escribiendo a Laeta, en mostrar su erudición mitríaca y en mencionar los siete grados de la iniciación. En 377 el prefecto de Roma, Graco, recientemente convertido al cristianismo, daba muestras de su celo destruyendo un mithreum. Jerónimo recuerda esta piadosa hazaña: "¿No es verdad que vuestro pariente Graco, cuyo nombre es sinónimo de nobleza patricia, mientras era prefecto de la Ciudad derribó, quebrantó y destruyó la caverna de Mitra y todas las figuras monstruosas, que sirven para la iniciación del Cuervo, del Oculto, del Soldado, del León, del Persa, del Corredor del Sol, del Padre y, con esto como prenda de su fe, por así decir, obtuvo el bautismo de Cristo?" 38 Las inscripciones confirman en detalle esta enumeración. Las "imágenes monstruosas" son todos los elementos del culto, estatuas y bajorrelieves que representan las divinidades, en especial, las máscaras de los mystai, que llevaban insignias relacionadas con su nombre: el Cuervo aparecía en las ceremonias con una cabeza de pájaro, el León con el hocico de esta bestia 37.

Las denominaciones de animales se relacionan, para Porfirio, con los signos del zodíaco y la metempsicosis 38: aplicación del simbolismo astral, cuyo carácter artificial es superfluo demostrar. En cuanto a la idea de metempsicosis, está justificada, ya que tales denominaciones suponen en su origen una suerte de participación mística entre un grupo humano y una especie animal. Esta es una relación análoga a la que constituye el totemismo, pero no es exactamente la relación totémica. Los Osos de Artemisa en Braurón, los Toros de Diónisos, los Potros de Deméter, se han comparado con razón con los Cuervos y los Leones de Mitra 39. En aquellos cultos muchas denominaciones animales se encuentran en el servicio de una misma divinidad. Pero el principio es el mismo. Originariamente no se trata ni de la relación específica de un clan con determinado animal, como en la relación totémica, ni del culto de una divinidad representada bajo forma animal, con la que se habría pensado en identificarse tomando la piel de su animal. Es el animal mismo el que en un principio está dotado de espíritu, y ahora es espíritu; se adquiere el espíritu de su especie comiendo su carne y vistiendo su piel. El espíritu goza de una cierta independencia, y sus participantes se recluían por una especie de selección: se trata ya de la cofradía 40. Ese espíritu puede devenir dios y el animal se convierte en su víctima favorita o en su símbolo. La cofradía, que primero estaba unida en la participación de una virtud mágica, se une luego en el culto de una divinidad; todo un grupo de cofradías puede asociarse en el culto de un solo y mismo dios, como parece que ha sido el caso de Mitra.

Ciertamente hay que considerar como grados inferiores los de los Cuervos y los Ocultos. Porfirio 41 dice en términos expresos que los Cuervos son "auxiliares". En la representaciones de Mitra tauróctono aparece a menudo un cuervo que está vuelto hacia el dios y que a veces Mitra parece mirar. El cuervo debe ser el mensajero que transmite a Mitra, quizás de parte del Sol 42, la orden de inmolar el toro. Su papel muestra bastante bien la función subalterna de los Cuervos, mensajeros y servidores, que cumplen pequeños trabajos en torno de los iniciados y en el servicio divino. Los Cuervos podrían calificarse como niños de coro. Su grado podía conferirse a niños 43, sin duda ésta era la regla en los tiempos antiguos, y esta clase juvenil servía de introducción en los grados más elevados.

No sabemos casi nada de los Ocultos, excepto que su papel en el agrupamiento de clases era más bien negativo. No se los veía; no aparecen en los bajorrelieves y no hay que asombrarse de ello: permanecían escondidos. No obstante, en una circunstancia se los mostraba, y parece que ésta fue una ceremonia particularmente solemne. Debía celebrarse a su entrada en la clase de los Ocultos o a la salida de ella, más probablemente a la entrada, pues la fórmula "Mostrar a los Ocultos" 44 parece referirse a su iniciación. ¿Vendrá su nombre de que en las reuniones de la comunidad se los haya "ocultado con algún velo"? 45 Esto puede conjeturarse, pero siempre falta explicar por qué se los separaba así. El nombre mismo de esta clase implica de por sí una especie de prohibición que debe ir mucho más allá de una separación artificial en las asambleas del culto. En la economía general de los misterios, esta clase, que se ubica entre la categoría infantil de los Cuervos y la categoría adulta de los Soldados, bien podría ser, al menos en su origen, la clase de los adolescentes, llegados a la pubertad y sometidos a un régimen especial, separados de sus madres, a cuyo lado transcurriera su infancia, sin acceso oficial todavía a la sociedad de los hombres, tal como se practica entre muchos pueblos no civilizados. Esta extraña clase de los Cryphii tendría así una explicación totalmente natural.

El Soldado debe pertenecer a la categoría de los iniciados propiamente dichos. Porfirio, es verdad, designa a los Leones como los que participan en los misterios 4C. Pero Porfirio no menciona los grados intermedios entre los Cuervos y los Leones, y casi no es posible basarse en su testimonio para considerar sólo como verdaderamente iniciados a los cuatro grados superiores, con exclusión de los Soldados. En la economía de los misterios el título tiene una alta significación religiosa. En la antigua economía de las clases de iniciados, los Soldados eran, sin duda, verdaderos guerreros, cofradía de jóvenes dedicados a la caza y a los combates. Ya no son novicios. Tertuliano, que parece haber conocido muy bien los misterios de Mitra, se extiende sobre la iniciación del Soldado. El diablo, dice, "también bautiza a ciertas personas, sus creyentes; promete la expiación de los pecados por el efecto del baño; y, si recuerdo aún a Mitra, él (el diablo) marca allí en la frente a sus soldados, celebra la oblación del pan, trae una imagen de la resurrección y rescata la corona bajo la espada" 47.

Descripción de Tertuliano

Tertuliano parece por cierto recordar a Mitra como si hubiese sido acólito suyo. De cualquier modo, como hijo de centurión pudo estar exactamente enterado de las prácticas de un culto que reclutaba sus adeptos principalmente en el ejército. Ahora bien, cuando Tertuliano habla de los soldados del diablo que éste marca con su sello en la religión de Mitra, no se refiere a los iniciados de Mitra en general 48 sino a la categoría de iniciados que se designa con el nombre de Soldados, cuya iniciación se caracteriza por el rito de la corona, rito que Tertuliano, como lo veremos luego, conoce también muy detalladamente. Lo que primero surge es que la iniciación de los Soldados implicaba un bautismo 49, con el que se relacionaba la imposición de una marca sobre la frente. Tertuliano considera, y con razón, que esto se parece extraordinariamente al bautismo cristiano y a la signatio vinculada con él, que más tarde se llamó la confirmación. Sería una sutileza decir que las primeras líneas del texto citado no se refieren a los misterios de Mitra: Tertuliano habla primero en general, porque sabe que el diablo bautiza

en otros cultos aparte del de Mitra 50; pero sólo en este culto se une al bautismo la imposición de un signo en la frente, como en la Iglesia cristiana. Pero Mitra lo hacía más brutalmente que la Iglesia: marcaba a sus hombres con un hierro al rojo 31. mientras que el obispo se contentaba con trazar con su dedo sobre la frente del neófito el signo de la cruz, signo fugitivo que el cristiano repetía luego a menudo sobre sí mismo. La intención del rito era la misma: el Soldado se consagraba a Mitra, como el cristiano al Cristo.

He aquí ahora lo que Tertuliano escribe en cuanto al rito de la corona: "Sonrojaos, hermanos de armas de él (Cristo), que no seréis juzgados por él (en el último día), sino por un Soldado de Mitra, al que se ofrece, al iniciarlo en la caverna, verdadero campamento de tinieblas, la corona con una espada, como para imitar el martirio, y luego de colocársela en la cabeza se le advierte que la aparte de ella con la mano tendida, diciendo que Mitra es su corona" 52. Rito soberbio, acorde con la iniciación de un soldado. Tertuliano percibe la belleza de esta ceremonia y se diría que conserva una impresión vivida. Se ofrece una corona que el candidato parece poder alcanzar sólo con peligro de su vida; sin embargo la gana, pero en el momento en que se la van a poner sobre la cabeza la rechaza, protestando que no quiere otra corona, corona de protección y de gloria, que Mitra, su salvador 53. El ritual de Mitra no se había desarrollado entonces únicamente en el sentido del simbolismo doctrinario y teológico; tenía rasgos de profundo simbolismo moral. En la antigüedad, este rito de la corona que era preciso tomar de la punta de la espada podía ser muy bien una prueba real y que tenía todo un valor en sí misma, a menos que fuera un rito de estación coordinado con la iniciación del Soldado.

Este rito parece tener un paralelo mítico en una escena de los bajorrelieves, en la que se ve al Sol arrodillado, a veces con una corona cerca, y a Mitra, de pie, con un cuchillo, u otro objeto, en su mano levantada, otorgándole una especie de iniciación B4. La identificación mística del Soldado con el Sol debe tomarse muy en cuenta; de ella se deduce que se considera a Mitra la corona del Sol, tal como se dice que lo es del Soldado.

Como los datos de Tertuliano son una garantía de precisión y solidez, conviene notar que el rito paralelo de la cena cristiana, la eucaristía mitríaca, aparece citado por él entre el del bautismo y el de la corona, dos rasgos que conciernen a la iniciación del Soldado; que el rito de la cena debe pertenecer también a esta iniciación; que, por consiguiente, el Soldado no puede ser sino un verdadero iniciado. No es necesario aclarar que el banquete sagrado no estaba reservado exclusivamente a esta iniciación sino que la integraba, y se comprende que Tertuliano haya clamado contra la milicia del diablo, ya que la iniciación del Soldado resultaba correspondiente, rasgo por rasgo, con el rito completo de la iniciación cristiana, con el bautismo, la signalio y la comunión eucarística. No podríamos decir qué entiende Tertuliano por "imagen de la resurrección"; había encontrado y visto también en el culto de Mitra, como en las ceremonias de la iniciación cristiana, alguna expresión simbólica de la vida eterna; el símbolo de la vida futura estaba junto al símbolo de la muerte; quizás el simulacro de muerte estuviese asociado a la lucha por la corona, y ésta se presentase al final como prenda de inmortalidad. En la perspectiva que sugiere el texto de Tertuliano, la lucha por la corona vendría después del banquete sagrado. No habría en esto motivo para sorprenderse, pues la lucha significa, en cierto sentido, la carrera que en adelante se abre para el Soldado, y litúrgicamente lo es; al término de esta carrera encontraría la corona inmortal.

Escasa es la información relativa a los Leones. Tertuliano habla de ellos incidentalmente cuando trata del culto de los elementos en las religiones paganas; comprueba la existencia de ese culto entre "los magos de Persia, los hierofantes de Egipto, los gimnosofistas de la India"; señala luego el artificio con el cual, para suavizar el infantilismo y la inmortalidad de los viejos mitos, se quiso identificar a los dioses con los elementos, y agrega: "así se representa a los Leones de Mitra como el símbolo místico de la sequía y el calor" 55. De aquí se infiere que Tertuliano conocía la teología erudita del culto de Mitra tan bien como sus ritos. Porfirio dice lo mismo señalando el empleo de la miel en la consagración de los Leones: "cuando se vierte miel en lugar de agua sobre las manos de los que reciben la iniciación leontina, se los invita a conservar sus manos

puras de todo mal, de toda mala acción y de toda mancha; en tanto son un mystes (es decir un león, que es el animal simbólico del fuego), siendo el fuego purificador, se les presenta la ablución que les conviene, evitando el agua como enemiga del fuego. También con miel se (les) purifica la lengua de toda falta" B6. Estas indicaciones son un poco confusas. El hecho objetivo es que se ponía miel sobre la lengua de los Leones y que se la esparcía también sobre sus manos.

Es posible que se haya empleado la miel como medio de purificación 5r, aunque la miel en la boca podría significar una comunicación de virtud. La elección de miel en lugar de agua para esta ceremonia, basada en que el León es el fuego y el fuego rechaza al agua, sólo es aceptable si se creía que los Leones encarnaban el fuego, pero esto no es totalmente seguro, y tampoco es muy probable que se haya pensado desde el comienzo que los Leones de Mitra representaban el fuego 58. Los Leones de Mitra pudieron existir y se los pudo consagrar con miel mucho antes de identificarlos con el elemento ígneo. El empleo de la miel tendría otra razón. Sin embargo, la idea de una participación mística entre el fuego, el león y los Leones de Mitra podría ser mucho más antigua que la interpretación de los ritos mitríacos mediante la teoría de los cuatro elementos. Podemos recordar también la costumbre de untar con miel la lengua de los recién nacidos B9 y la importancia de la miel en la tradición religiosa de los persas 60. La miel, sustancia celestial, llegada de la Luna, donde se recogió la simiente del toro divino que inmoló Mitra en el origen de los tiempos, podía ser aquí un elemento particularmente eficaz de consagración, de regeneración, superior, por su virtud, al agua, y comparable por sus propiedades místicas al brebaje sagrado del haoma.

También se empleaba miel en la consagración del Persa. Según Porfirio la miel se le habría "presentado como al guardián de los frutos", porque la miel no tiene solamente una virtud purificante, sino también una virtud de conservación 61. Esta vez la explicación tiene más de juego 'de palabras que de filosofía y por ello no resulta más valedera. Como en el caso precedente, el alto grado de la iniciación justifica el empleo de la miel. Pero si creemos a Porfirio, el León está caracterizado como "mystes" y por su parte, el persa lo está como "guardián de los frutos". Lo extraño de la indicación la vuelve más preciosa. Es un rasgo de vieja mitología C2 que Porfirio encuadró como pudo en sus reflexiones. Probablemente está en relación con una escena de los bajorrelieves en que se ve a Mitra en un árbol, como creador más que como guardián de los frutos ra. Pero el paso de una idea a otra es fácil. El persa representaría a Mitra en su relación con la vegetación. En las ceremonias del culto, llevaba el traje oriental y el bonete frigio que también lleva Mitra 64. Se ha podido conjeturar que este grado de iniciación se habría instituido para recordar el origen del culto mitríaco y la unión de prosélitos extranjeros a la nación persa 65. No obstante, la hipótesis podría estar fundada sólo en parte, a menos que no lo esté de ninguna manera. ¿Por qué este grado sólo recordaría el origen étnico del culto? ¿Es verosímil que se lo haya instituido a este efecto? ¿El nombre de persa no habría sustituido a otra palabra? ¿No se le podría encontrar un sentido, incluso para al persa? Ya que el papel del persa corresponde a una función especial de Mitra en la naturaleza, nada invita a ver en ello una invención tardía, y quizás sea más prudente abandonar esta conjetura.

Por encima del Persa está el Corredor del Sol. Como Mitra y con él, este mystes se asimila al Sol, pues no corre delante del Sol, sino que subo con él a su carro, y la iniciación se define mediante el nombre del Sol y no por el de la carrera 60. La escena mítica correspondiente está a menudo representada en los cuadritos de los bajorrelieves. El Sol sobre su carro tiende la mano a Mitra, que sube detrás de él 87. Mitra fue, pues, el primer Heliodromo, como fue el primer persa. En la economía de los misterios y en su interpretación astrológica, este grado, que está inmediatamente debajo del supremo, muestra al iniciado sobre el camino del cielo, adonde le basta penetrar con Mitra para alcanzar la esfera de la divinidad. La escena mítica representa, probablemente, la ascensión de Mitra al cielo después de sus trabajos y anticipa la admisión de los elegidos en el cielo de Abura Mazda 68. No se trata aquí, en efecto, de la felicidad en el mundo inferior, morada de los muertos, sino en el mundo celestial, en la esfera de la luz eterna. Los cofrades del Sol podrían haber tenido originariamente un carácter menos ideal, y quizás hayan regulado según sus ritos el curso normal del astro con el que estaban en comunión mística, ya que el culto del Sol y del fuego se remontan, entre los persas, a los tiempos más antiguos.

El grado supremo era el de Padre 69, cuya dignidad corresponde a la de Mitra en el cielo. Como encontramos padres en todas partes, quizás no es forzoso que la denominación se haya tomado de los thíasoi griegos 70. Éste puede ser el grupo originario de los antiguos, de los viejos sabios, guardianes de las tradiciones sagradas de la tribu. En la economía de los misterios, son los perfectos iniciados que participan plenamente de Mitra. También a ellos les correspondía conferir todas las ¡iniciaciones, cumplir los ritos relacionados con las obras míticas de Mitra. A la cabeza de los Padres mismos, estaba el Padre de los Padres 71, sin duda el gran presidente de las iniciaciones y el jefe espiritual de toda la comunidad en sus diferentes clases. Ignoramos cuáles eran las condiciones preliminares de la iniciación 72, de la progresión en la jerarquía de clases. Los Padres regulaban todo esto o velaban por la observancia de las reglas tradicionales.

Aunque ignoramos casi todo acerca del ritual de las iniciaciones, se sabe al menos que entre las condiciones preliminares de admisibilidad a los distintos grados había "pruebas" bastante duras, y que incluso el ritual de las iniciaciones, sobre todo para el Soldado, mantenía cuando menos el simulacro de luchas y peligros. Gregorio de Nacianzo habla de los "tormentos y de las cauterizaciones místicas" 73 a que se somete a los fieles de Mitra. Las quemaduras son el signo de que hablamos antes. Según un comentarista de Gregorio, los tormentos habrían consistido en pruebas por el agua, por el fuego, en la nieve, por el hambre, la sed y carreras prolongadas 74. Programa exagerado indudablemente, pero en el que todo podría no ser imaginario. Había ayunos y abstinencias, por cierto. Es muy posible que las carreras estuviesen representadas en algunas escenas de los bajorrelieves por las carreras de Mitra. Por último, el ritual conservaba ceremonias sangrientas e imágenes de lucha que debieron ser, antiguamente, pruebas reales y no simulacros inofensivos.

Descripción de Lampridio

El historiador Lampridio escribe, a propósito de Cómodo, que este emperador deshonró los misterios de Mitra con un verdadero homicidio, mientras que la costumbre era sólo decir o simular alguna cosa semejante para producir espanto 75. La indicación no parece dudosa: había un simulacro de asesinato, llevado a cabo por el mystes, o bien en su presencia, o, quizás más probablemente, sobre él. Cómodo, en cumplimiento de los ritos, quizás en calidad de Padre, y en la iniciación de un Soldado, habría matado al candidato, mientras que normalmente tenía que simular tan sólo la muerte. Esta representación no debía ser la de un homicidio vulgar, tampoco la de un sacrificio humano directamente ofrecido al dios, sino más bien, como hemos dicho anteriormente, la representación de un combate que por otra parte podía tener desde su origen una significación mágico-religiosa. Y solamente en este sentido la muerte del vencido podría considerarse como un sacrificio humano. Más tarde la lucha se había convertido en una prueba más o menos peligrosa, y finalmente en una ficción litúrgica. Cómodo cometió un verdadero asesinato, porque el candidato no pensaba en absoluto batirse y se prestaba sin desconfianza a ese manejo ritual, que quizás fuese el combate por la corona 76.

Según el mismo autor, Cómodo habría matado leones y hombres, también tullidos vestidos de dragones provistos de colas postizas, hechas con trozos de tela 77. El texto no está desprovisto de oscuridad, quizás porque el historiador no ha comprendido bien los datos que transcribía, pero, aunque no lo diga expresamente, esta indicación parece referida también a los ritos de misterios, y a los misterios de Mitra. En ellos Cómodo, mientras desempeñaba el papel de cazador de fieras, habrá exterminado con su maza, realmente, a un cierto número de Leones, en lugar de perseguirlos ficticiamente. El paralelo de este rito no se encuentra en los monumentes; pero en algunos bajorrelieves se ve al Dios supremo abatiendo a un gigante, un hombre cuyo cuerpo termina en una cola de serpiente 78: éstos son los tullidos de que habla Lampridio. En este punto Cómodo habrá querido representar en forma realista el combate de Ormazd contra los monstruos.

Es preciso inferir, pues, que este combate formaba parte de los ritos y que los bajorrelieves representaban, probablemente, una ceremonia del culto mitríaco, si no una ceremonia especial de las iniciaciones. Agreguemos que este rito, originariamente quizás rito de estación que representaba la lucha de la primavera contra el invierno, interpretado posteriormente como lucha del Creador contra las potencias del desorden, puede ser muy antiguo; por último, este detalle y otros del mismo tipo invitan a pensar que el ritual de los misterios retuvo todo un conjunto de costumbres y ceremonias que recuerdan cabalmente las prácticas de los no-civilizados, especialmente las mascaradas que se practican en sus sociedades secretas. Esta circunstancia confirma la hipótesis antes emitida en cuanto al origen de las iniciaciones mitríacas.

Es comprensible que un autor cristiano 79 haya reprochado a las ceremonias de Mitra, muy equivocadamente por otra parte, su falta de seriedad, y que haya imaginado que allí se hacía burla a los candidatos a la iniciación. A éstos los representa con los ojos vendados, mientras una tropa frenética se agita alrededor de ellos: unos imitan el grito del cuervo, agitando las alas; los otros rugen como leones; otros, con las manos atadas con tripas de gallina, saltan por encima de fosos llenos de agua; un individuo, que llega con una espada, corta las ataduras y se califica por esto de liberador; y hay cosas aún peores. A pesar de esta última afirmación, el autor ha dicho probablemente todo lo que sabía, e incluso un poco más. El grueso de sus informaciones se funda en la realidad. La forma en que las caricaturiza permite pensar que las ha obtenido de segunda mano y las parafrasea como un orador. Tertuliano hablaba de otra manera al describir el rito de la corona. No es difícil reconocer a los Cuervos y a los Leones bajo sus máscaras rituales. Las excavaciones han probado que se consumían grandes cantidades de aves en las ceremonias de Mitra. El rito de las manos atadas con tripas de gallina se asocia a una "prueba" y pertenecía a una iniciación. Su carácter grosero prueba su antigüedad; lo que nuestro autor dice haría suponer que se daba una interpretación simbólica a este hecho, cuyo sentido él desconoce o no se preocupa por repetir 80.

Evidencia arqueológica

A juzgar por los restos encontrados en la zona de su ubicación, los sacrificios debían ser muy numerosos en el culto de Mitra 81. Las excavaciones han exhumado gran cantidad de cuchillos de hierro y bronce, y también cadenas que quizás sirviesen para atar a las víctimas. Se inmolaban bueyes, carneros, cabras, cerdos y muchas gallinas. También parece que se hubieran sacrificado, a veces, animales salvajes, tales como jabalíes, ciervos, zorros, lobos. Como no se puede imaginar que esta última víctima haya figurado en un sacrificio a los dioses celestiales, ya que es un animal ahrimaniano, es forzoso admitir que los devotos de Mitra rendían culto y celebraban sacrificios en honor de Ahrimán. Por otra parte, inscripciones votivas de este dios prueban el hecho 82. Y por contrario que sea a los principios del Avesta, no hay que sorprenderse, ya que el culto de Ahrimán entre los antiguos persas está atestiguado por Heródoto 83 y por Plutarco 84. Sólo una reforma dominada por un principio teológico pudo privar de de homenajes a un dios tan poderoso. En esto los misterios no hicieron sino retener la antigua tradición del culto persa. Pero si se ofrecían sacrificios a Ahrimán, sacrificios que sin duda no eran de ningún modo de comunión, parece totalmente imposible atribuirle todos los sacrificios de animales 85. La prohibición de las víctimas animales en el servicio de los seres celestiales no habría dejado de extrañar a los antiguos, si hubiese existido. No hay que esperar encontrarla en el culto de Mitra, que procede de la antigua religión persa en la que estos sacrificios se practicaron ampliamente, mientras que, incluso en el Avesta, no existe tal prohibición. En efecto, el libro sagrado no prohibe los sacrificios de animales; no se limita a tolerarlos sino que los autoriza. El parsismo los abandonó casi enteramente no en virtud de un principio anteriormente establecido, sino, según parece, por efecto de las circunstancias históricas en las que se perpetuó. Mitra en persona había celebrado el primer sacrificio, y los fieles de Mitra continuaban siguiendo su ejemplo.

En verdad que la escena de Mitra tauróctono se interpretaba simbólicamente en los misterios y que se ha podido negar que correspondiese a un sacrificio practicado en esa época en el culto 8e. La deducción es quizás arriesgada, pues las escenas de los bajorrelieves tienen generalmente un paralelo real en la liturgia y no se relacionan directamente con creencías especulativas. Nos inclinamos, pues, a mirar la gran escena ce los bajorrelieves como traducción mítica del acto más solemne de la religión mitríaca. Pero el asunto merece un examen más minucioso.

Se conoce bien el esquema de esta representación: en una caverna se ve al toro, reducido, tendido en tierra, las patas delanteras flexionadas sobre el cuerpo, las traseras extendidas; Mitra está sobre el animal, con la rodilla izquierda flexionada, la pierna derecha extendida sobre la pata trasera derecha del toro; con la mano izquierda levanta el hocico del animal, cuya cabeza se vuelve hacia el cielo, y con la mano derecha le clava un gran cuchillo en el nacimiento del cuello. Mitra mismo tiene la cabeza vuelta, como si mirara detrás de sí, y a menudo con una singular expresión de tristeza. Generalmente un cuervo, a la izquierda, se inclina hacia él; a menudo, en el ángulo izquierdo está la figura del Sol, a la derecha la de la Luna; abajo hay un perro que se arroja sobre la sangre que brota de la herida, y también una serpiente; un escorpión toma con sus pinzas los testículos de la bestia expirante y los pica con su cola; a veces participa también una hormiga; o bien por debajo del toro se ve una crátera con un león que parece mirarla o beber en ella, mientras que, del otro lado, la serpiente parece querer hacer otro tanto. A cada lado hay un joven: uno, Cautes, con una antorcha levantada; y el otro, Cautopatés, con una antorcha dada vuelta, ambos vestidos y peinados como Mitra. Un último detalle, que no debe ser el menos importante: la cola del toro, levantada, termina en un manojo de espigas; hay también monumentos en los cuales de la herida del toro brotan espigas en lugar de sangre 87. Estas espigas son las que dan sentido a la escena, o bien es superfluo buscárselo.

Existía toda una leyenda mística acerca de Mitra y el toro originario: los bajorrelieves dan prueba de ello. En las escenas que a menudo enmarcan el cuadro principal se ve a Mitra tomando al toro por los cuernos como para domarlo, o bien suspendido de los cuernos y llevado por el animal, o montándolo a horcajadas; en otros lugares se ve que Mitra carga al toro sobre sus hombros por las patas traseras, y lo arrastra retrocediendo hacia la caverna, o bien lo lleva enteramente sobre su cuello 88. Sin duda es por esto que Mitra, en su propia liturgia, recibía el nombre de "ladrón del buey" 89. En otros cuadros se ve al toro navegando sobre una especie de media luna, como en una barquilla, o bien dispuesto a salir de una casa 90. Por otra parte es evidente que la gran escena de la inmolación no aparece como un sacrificio de un animal presentado solemnemente ante el altar de los dioses. Todo esto tiene una apariencia mítica, y por ello se ha propuesto no ver aquí sino un mito.

Aquí hay un mito. La tradición avéstica 91 retuvo la leyenda del toro inmolado en el origen del mundo, del cual surgieron las plantas; su simiente recogida y purificada por la luna dio nacimiento a las especies de animales útiles; su alma, elevada hasta los dioses, se había convertido en genio protector de los ganados. Éste es el toro al cual mató Mitra, y sin duda se honraba también anticipadamente a éste con el sacrificio del toro divino que, según la creencia avéstica, debe tener lugar al final de los tiempos por obra de Saoshiant: la grasa de este toro, mezclada con la savia del haoma blanco, será un brebaje de inmortalidad para los elegidos. Así como Mitra había sido creador, debía ser también salvador.

Al ser el rasgo esencial de este tipo, el resto se comprende sin demasiada dificultad. La puesta en escena del toro perseguido y domado prueba la antigüedad del mito y corresponde a las costumbres de un pueblo cazador 92. Se considera que el cuervo llevó a Mitra, de parte del Sol, la orden de matar al toro, y que aquél habría, a su pesar, ejecutado la orden recibida 9B. Por eso aparece el Sol en algunos cuadros; la presencia de la Luna proviene igualmente de su relación con el toro; los satélites de Ahrimán, el escorpión, la serpiente, la hormiga, que habrían querido envenenar o absorber la simiente vital, no lo lograron; se los representa en su tentativa infructuosa 94. Cautes y Cautopatés son dobles de Mitia; Cautes representa al sol que se eleva o al día que crece, desde el solsticio de invierno hasta el equinoccio de la primavera; y Cautopatés, al sol que cae o al día que declina desde el equinoccio de otoño, el medio, o si se quiere el comienzo del año, en que triunfa la luz, que pertenece propia mente a Mitra ° 5. Las espigas de la cola nos demuestran que el trigo proviene del toro sacrificado, y a través del trigo el pan de la cena. La maniobra del escorpión y el mito avéstico nos enseñan que e! semen del toro se convirtió en el brebaje de la vida, el santo haoma.

El mito mitraico y el cristianismo

Pero no basta explicar la representación mítica; hay que explicar al mito mismo. La representación de Mitra y del toro configuran directamente un mito cosmogónico; indirecta o accesoriamente, un mito escalológico: falta saber cómo nació ese mito cosmogónico con el que se relaciona una escatología, pues todo mito tiene su punto de partida en la realidad, y éste no debe haber escapado a la ley común. Se trata, incontestablemente, de un mito ritual, y un mito de sacrificio; ha nacido de un sacrificio que pudo interpretarse como principio universal de la vida en el mundo visible y de la inmortalidad en el mundo invisible. Lo meros que se puede hacer en el caso presente, es considerar que el toro es una víctima agraria, el "toro del trigo", que se habría sacrificado anualmente, con una solemnidad particular, para asegurar el crecimiento de esta planta ° 6. Sólo que ésta es una base excesivamente estrecha para apoyar un mito que, en sus elementos esenciales, no parece que pueda considerarse como una interpretación erudita, sino como una interpretación popular, y muy antigua, del sacrificio de que se trata.

El toro de, Mitra no es otra cosa que el espíritu del grano. La importancia atribuida al símbolo de las espigas corresponde a la relación directa que la teología del misterio quiere establecer entre el sacrificio del toro y el banquete sagrado: la sustancia del toro divino está en el pan de la cena de los iniciados, tal como estará en el alimento de los bienaventurados. Pero el mito no supone que el toro sea sólo una víctima de cosecha, que encarna al final de la estación al espíritu del grano. La puesta en escena no responde de ningún modo a esta hipótesis. Como ya se ha subrayado, la persecución del toro salvaje concuerda con las costumbres de un pueblo cazador 07: el toro no está todavía domesticado; los que al comienzo lo inmolaron, no se dedicaban regularmente a la agricultura; era una ruda población de montañeses que no podía tener grandes campos de trigo. El toro debe de haber encarnado el espíritu de la vegetación, la renovación de la naturaleza, el regreso de la primavera, que parece haber sido la época de las iniciaciones mitríacas y no coincide con el tiempo normal de la siembra ni con el de la recolección del trigo 98. El sacrificio del toro tenía pues una significación tan amplia como el corte del pino de Atis, como el sacrificio del jabalí que debe de constituir la base de uno de sus principales mitos. También se ha dicho de Atis, en tiempos del sincretismo grecorromano, que representaba el grano recogido", tal como se lo ha dicho, y mucho más antiguamente, de Osiris.

En el comienzo de los tiempos se ha ubicado el sacrificio del toro como principio de vida sobre la tierra, precisamente porque se lo destinaba no a significar, como se ha dicho muchas veces, sino a procurar la renovación de la naturaleza. Apenas puede hablarse de transposición mítica. Bastaba que se pensara en un comienzo de las cosas, para que se ubicara en él el sacrificio que cada año procuraba un nuevo inicio. ¿No será que el mismo rito eficaz que todos los años reanimaba la vida de la naturaleza, despertaba las energías del mundo vegetal y del mundo animal, y probablemente aseguraba también el predominio del día sobre la noche y producía la estación florida, debió dar origen al proceso de la vida sobre la Tierra, y que de tal sacrificio debieron nacer al comienzo los seres vivientes, ya que su reproducción perpetua dependía de él en la actualidad?

No hace falta preguntar cómo se pudo inmolar un toro antes que existieran animales. Tampoco había hombres en esa época, ni ningún orden en las cosas. Este primer toro era más un espíritu viviente que un animal, prototipo del toro de sacrificio, que lleva en sí la simiente de los seres vivos. No hay que olvidar que el toro anualmente sacrificado no era una bestia vulgar; era la manifestación de la vida universal, su expresión más perfecta, y en él se condensaba, por así decirlo, la virtud de ésta: tal virtud podía difundirse entonces mediante el sacrificio en toda la naturaleza. Así ocurría con el toro primordial. La víctima anual era verdaderamente divina; el toro original lo había sido de modo especial. En cuanto a las circunstancias del sacrificio de aquél, era materia de imaginación, como el toro mismo. Las ideas debían ser mucho menos firmes sobre estas circunstancias que sobre el hecho, pues es la muerte del toro, y no su ocasión particular, lo que constituyó el principio de la vida. Además era inevitable una incertidumbre en las ideas acerca de las condiciones accesorias del sacrificio original, por el hecho mismo de que la víctima era divina, encarnaba el espíritu, y había sido primero, en los sacrificios reales, de algún modo un dios inmolado y no una víctima ofrecida a un dios. Por ello el toro primordial era dios; no se había convertido en tal, sino que había seguido siéndolo.

En casos similares la víctima, que el ritual y el mito presentan como elemento perteneciente propiamente a una divinidad, ha sido en un comienzo esta divinidad misma, en el sentido de que encarnó el espíritu cuya personificación más completa hizo más tarde el dios. Por consiguiente, en este caso, cualesquiera que fuesen los orígenes del personaje de Mitra, orígenes probablemente complejos 10° como los de todas las grandes divinidades, el toro del socrificio y el del mito fueron, y siguieron siendo de algún modo, Mitra, el dios que, según se creía, inmoló al toro originario y en cuyo honor se sacrificó realmente el toro, con el correr del tiempo. La misma participación mística, la misma identidad sustancial y espiritual que existió entre el toro o el cervatillo de Diónisos y este mismo dios, entre las víctimas de los tauróbolos o de los crióbolos y Atis, entre las víctimas de los sacrificios egipcios y Osiris, debió también existir entre Mitra y el toro sacrificado, visto que la tradición no dejó de mantener entre los dos la más estrecha relación. El mito de Mitra es casi el mito del toro; y el culto de Mitra, a juzgar por el lugar que se otorga a la imagen de Mitra tauróctono, se concentraba en el sacrificio del toro, símbolo eminente de la fe y sin duda también práctica esencial del culto.

En efecto, es verdaderamente muy difícil admitir que la economía de los misterios mitríacos haya estado como suspendida de dos mitos, uno cosmogónico y el otro escatológico, entre los que no habría subsistido el rito que sostenía a uno y otro. Si se seguía creyendo que la inmolación del toro originario había creado la vida en el mundo, y si por la más natural de las correspondencias lógicas se creía que en el fin del mundo el socrificio de otro toro divino debía inaugurar el régimen de la inmortalidad y procurar a los bienaventurados el alimento de la vida eterna, ¿no es porque en la liturgia terrestre, en la economía actual del culto, el sacrificio del toro seguía siendo un acto principal, el rito central de la religión? Basta formular esta pregunta para que la respuesta afirmativa se imponga por sí misma.

Por lo demás, la pregunta quizás no debía plantearse. Se inmolaban en las santuarios de Mitra animales domésticos, entre otros, toros. Como ya se ha observado antes, estos animales no podían sacrificarse en masa a Ahrimán y su banda infernal: primero porque pertenecen legítimamente a Ormazd y a los dioses celestiales; luego porque sería necesario proclamar al mismo tiempo que el culto de Ahrimán había tomado en los misterios tanto desarrollo que prevalecía sobre el de los dioses de la luz, conclusión que es superfluo refutar. Los toros sacrificados en el culto de Mitra lo eran en honor de este dios. Si el sacrificio del toro se presenta perpetuamente a la contemplación de los fieles en los santuarios de Mitra, no es entonces por la importancia del mito que representa sino porque el mito es todavía actual, porque comenta un rito esencial de la comunidad, porque el sacrificio del toro contribuye todavía en ese momento a la obra de vida que significa el mito cosmogónico, a la obra de inmortalidad que significa el mito escatológico del toro sacrificado. El gran cuadro del santuario, como las escenas que lo rodean, es un comentario permanente a las ceremonias que se cumplen en el lugar santo. No obstante, el sacrificio del toro, cuyo mito parece haberse relacionado tan exactamente con el banquete sagrado de los iniciados, no aportaba de ningún modo, por lo que se sabe, la materia de ese banquete, No se había comido al toro originario, ni tampoco se lo había desmembrado: la vida había salido de él para pulular sobre la tierra. El toro del sacrificio escatológico tampoco debía ser descuartizado para alimento de los elegidos. Sólo se decía que su grasa entraría en la composición del brebaje de inmortalidad. Atenuación probable de un dato tradicional que habrá parecido chocante: hemos visto que el semen del toro originario, llevado a la luna, se había convertido en el principio de la vida animal; no es excesivamente temerario suponer también que en un comienzo no se haya mezclado sino identificado el semen de la víctima suprema con el haoma celestial y con el brebaje de inmortalidad. El soma divino, en la mitología védica, es el semen de una víctima animal m, y se identifica con la luna, como el haoma persa y el semen del toro primitivo. Estos mitos hacen suponer que el gran sacrificio del toro, en el ritual de Mitra, jamás fue un sacrificio comido. Solamente su virtud, su substancia, puede decirse, fue un elemento de la cena, pero no lo fue su forma física y natural. Así el sacrificio del toro era un rito infinitamente eficaz, que no constituía, que no parece haber constituido jamás por sí mismo un rito de comunión sagrada. Tal sacrificio es, pues, perfectamente compatible con la abstinencia de carne en el banquete litúrgico; podría serlo con la práctica de la misma abstinencia fuera del santuario.

Tertuliano 102 nos dijo que el diablo había instituido en el culto de Mitra "la oblación del pan". Como la ofrenda del pan se encuentra muy difundida en los cultos antiguos, si la oblación de que se trata aquí «e considera característica del culto de Mitra y testimonio del más estrecho parecido con el cristianismo, es porque esta oblación afecta la misma forma en el culto de Mitra y en la Iglesia, y no es una simple oblación sino que constituye la cena mitríaca, en condiciones sumamente parecidas a la? de la cena cristiana. Ya el apologista San Justino, que vivió como Tertuliano largo tiempo en el paganismo antes de convertirse a la fe de Cristo, se sintió impresionado ante esta semejanza. Cuando describe la cena cristiana, en la que sólo participan los fieles bautizados, dice que el pan y el vino no se entienden como un pan y una bebida comunes; tal como por el poder del verbo divino Jesucristo se convirtió en carne y sangre para la salvación de los hombres, el alimento que debe nutrir la carne y la sangre del fiel se consagró por la virtud de la oración eucarística y se convierte en carne y sangre del Verbo encarnado, como podemos verlo en las "Memorias de los Apóstoles", es decir en los Evangelios; y Justino después de citar la¿ püabras de la institución, se explica así: "Por imitación los malvados demonios prescribieron hacer esto mismo en los misterios de Mitra; en efecto, se presenta el pan y una copa de agua en las ceremonias de iniciación, con ciertas fórmulas que sabéis o podéis aprender" 103. Esto es un dato preciso. Justino conoce perfectamente el rito mitríaco en su aparato y conjunto de fórmulas. Quizás se abstenga de citar las palabras para no ofender a los altos personajes a los que se dirige repitiendo palabras de misterio, o bien porque el contenido de las fórmulas lo ha hecho vacilar. La estrechísima semejanza que él encontró no se limita sólo a ios elementos de las dos cenas; parece posible que lo mismo ocurra con las fórmulas que acompañaban a la presentación de los alimentos sagrados. El hecho de remitir a las fórmulas mitríacas tiene su razón de ser solamente en esta hipótesis. Eran palabras místicas análogas a: ''éste es mi cuerpo", "esta es mi sangre", que recordaban al cristiano la alta significación de la eucaristía.

La analogía era notable, en efecto, ya que el pan y el brebaje sagrados eran la substancia del toro, del toro místico y divino que era Mitra. Y esta relación no era vaga ni implícita; debía estar formalmente expresa pues Justino la conoce, está impresionado y no puede dejar de encontrar en el mitraísmo una fe y una economía litúrgica en todo sentido similares a la fe y a la liturgia cristianas, y, al verse forzado a explicar esta conformidad, sabiendo muy bien por otra parte que los ritos de los misterios no se calcaron recientemente sobre los ritos cristianos 104, no encuentra nada más expeditivo que imputar a los demonios la imitación anticipada de la cena eucarística. Todo nos lleva a creer, pues, que se representó esta relación mística entre Mitra, el toro y los elementos de la cena, en el cuadro de Mitra tauróctono. El toro no ha dejado de ser la víctima perpetua sobre la que reposa el equilibrio del mundo y la salvación de los hombres; no ha dejado de ser y, en cierta medida, será hasta el fin Mitra mismo. Por esto los alimentos que salieron de él, el pan proveniente del trigo, la bebida sagrada, también producto de una planta, están penetrados de una virtud divina; son un alimento y una bebida de inmortalidad. Son la substancia del toro, la substancia de Mitra. Éste es el sentido de las espigas que brotan del toro inmolado. Su sangre y la crátera que custodia el león representan el brebaje sagrado; la idea, más antigua, del semenbrebaje se muestra todavía en el cuidado de hacer visible el miembro genital de la víctima y de atribuir a los animales ahrimanianos la intención de aprovechar para sí el semen.

De aquí surge la especie de equivalencia o estrecha correspondencia que algunos monumentos establecen entre la escena del sacrificio y la del. banquete sagrado 105. En los bajorrelieves, este banquete equivale al que celebran conjuntamente Mitra y el Sol, ya sea antes o después de su ascensión al cielo 106. Es que esa cena mística representa la comida de los iniciados y la comida de los elegidos. En un bajorrelieve 107 en que se representa a todos los iniciados, excepto los Ocultos, Heliodromo y un Padre reemplazan a Mitra y al Sol; los rodean y sirven un Cuervo, un Soldado, un Persa y un León. Es la realidad del misterio. El Persa ofrece a los dos comensales un cuerno para beber y uno de ellos tiene otro. Al frente hay un trípode con cuatro panecillos, marcado cada uno con dos rayas en cruz 108. No hay duda de que se trata de la eucaristía mitríaca de la que hablan Justino y Tertuliano. Comida sobria, como la cena cristiana, y que quizás no implica otros elementos que el pan y la bebida sagrados 10!).

Hemos visto que Tertuliano califica esta comida como oblación del pan 110 y que Justino indica el agua como bebida m. Es casi seguro que la bebida no era agua pura. En la época y en el medio sobre los que se informó Justino, el líquido no es vino 112, aunque sin duda se empleó vino en otros lugares o más tarde. El brebaje sagrado de los misterios fue al comienzo y sólo podía ser el haoma, el soma de la India, que se mantuvo en el ritual avéstico. La imposibilidad material de obtener la planta sagrada habrá traído la sustitución, sin que la significación del líquido se haya modificado. Del bajorrelieve anteriormente citado se podría inferir que únicamente los iniciados de los dos grados superiores participaban en las comidas litúrgicas. Pero es más prudente admitir que ellos presidían estas ceremonias; ante ellos, extendidos sobre almohadones a lo largo de la nave, se depositaban los panes; a ellos se les presentaban las copas; sin duda ellos, o bien el "Padre de los padres", pronunciaban las palabras sagradas. Sin embargo, no es verosímil que los otros iniciados, ministros auxiliares de esta cena, no tuvieran absolutamente ninguna participación. Pero quizás sólo tomaran parte en un segundo plano, detrás de los dignatarios.

Los misterios de Mitra eran una gran religión. El dios era joven, hermoso, valiente, puro. Enseñaba una moral austera, que practicaba él mismo.^ ¡Cuánto más grave y conmovedor que las Deméter y las Core, que Diónisos con sus enloquecidas, que Cibeles y su Atis, incluso que Isis y Osiris con su aparato fúnebre, mechado con buenos desayunos! Sabemos ahora por qué llevar a cabo tan gravemente la inmolación del toro: esta inmolación salvadora había sido la pasión de un dios, y Mitra también, dios salvador y r-.Js verdaderamente que la mayoría de los otros dioses de misterios, era él mismo, en cierto modo, un dios sufriente.